Cuando el senderista ha pasado los dos rodales de pinos de las Huertitas, en la bifurcación de caminos se dirigirá hacia la derecha, iniciando una ascensión llevadera por los pagos del Jardito, Majallana y Lagarejos para llegar al merecido descanso del Muñiquero. Si el caminante ha deseado hacer antes un alto en el camino, el mirador de Majallana es el lugar ideal.
En apenas tres décadas las viñas, campos de fresas y pequeños huertos han ido desapareciendo de este paisaje. Bosques de robles y prados para el ganado vacuno y ovino ocupan la mayor superficie. Solamente en Majallana, una cuidada viña y un campo de cerezos recuerdan la no lejana fisonomía.
Tierra habitada desde antiguo ha sufrido los vaivenes de generaciones que han ido cercenando el anterior paisaje y cultura. El retorno al paisaje montaraz es hoy el idílico escenario del corzo, zorro y jabalí. Buitres, águilas, milanos y otras rapaces surcan con frecuencia los cielos mientras aves de menor porte bullen en el espeso monte.